Retratos cotidianos por Alejandro Méndez

Retratos cotidianos por Alejandro Méndez

Alejandro Méndez retrata, entre la intensidad de colores, reflejos y luces de neón, el tiempo de una Bogotá burbujeante

Esta vez no era la excepción. Desde la planta baja, en medio de las jardineras de las Torres del Parque, caminé con mi cámara retratando desde varios ángulos la belleza de la geometría de Las Torres del Parque. Esa mañana la historia cambió. En La Santamaría, la cafetería de la torre central, varias historias contadas en óleo colgaban de las paredes. Historias del día a día, de una ciudad burbujeante que podía ver por la ventana mientras disfrutaba del olor a tamales y a café. En una de las equinas un cuadro de Alejandro Méndez (@ciudadanomendez) representaba eso: la cotidianidad de un hombre que, sentado en la misma mesa que yo, disfrutaba del día mientras su peluda mascota esperaba sobre los rojos ladrillos de Rogelio Salmona.

Pocas horas después Martina, la perra que aparecía en la pintura, me recibiría junto a Andrés, el personaje que disfrutaba del café y quien también era parte del cuadro. Subimos hasta su apartamento, un espacio que por los detalles de las ventanas, los acabados y la redondez de los ángulos de las paredes conjeturamos, junto a sus dueños, que había sido construido entre 1960 y 1970; un edificio ubicado en el tradicional barrio La Macarena, entre los cerros orientales y el centro logístico y corporativo de la ciudad. Antes de descargar mi maleta Andrés ya había preparado un café. Martina descansaba junto al sillón. Los libros de arte y las plantas se iluminaban tras el gran ventanal semicircular que daba hacia la sala. Si Alejandro Méndez pinta la cotidianidad de Bogotá yo quería retratar la suya.

Una de las paredes más grandes de la cafetería estaba ambientada con una selección de obras del artista. Los paisajes de ciudad se repiten en la obra de Méndez. Obreros por los aires limpiando los vidrios de edificios altos entre los reflejos de las luces de la calle y lámparas de neón y su serie de “Sex Shops” que empezó en 2009 y aún sigue trabajando. Rincones nocturnos y escenas de tráfico también son parte del trabajo de Méndez.

El gran óleo sin terminar, o en proceso, que está en su estudio, nos muestra a un personaje cruzando una congestionada avenida. Las técnicas que el artista experimenta son diversas. Los grabados hechos para la serie “Sex Shops” tienen la particularidad del color de fondo. Una primera capa, impresa sobre papel oscuro, contrasta con la luz de los tonos usados en su obra. La pulcritud de su proceso junto con la técnica de la plancha perdida, donde se va aplicando el color capa por capa mientras se va tallando la placa, ‘esta técnica no te permite tener vuelta atrás’- decía.

Como resultado una serie con prolijos grabados de fondos oscuros e intensos colores. Alejandro Méndez, egresado de la Pontificia Universidad Javeriana, me compartía obras de otros tiempos. En su casa varios trabajos permitían dar cuenta de parte de su trayectoria.

En el suelo, un busto de un hombre, nota el tiempo en que Alejandro y Andrés habitan el espacio. “Éste departamento es mucho más frío que Las Torres. Allí, el ladrillo absorbe el calor por el día y por las noches la pared todavía está calientica”. – decía.
Antes de irme Alejandro me invitó a conocer el piso quinto de la Torre C de las Torres del Parque de Rogelio Salmona. El lugar donde habían vivido varios años antes de mudarse a su actual departamento. Bajamos caminando, las torres están justo al lado del barrio. Aprovechó para pasear a Martina.

Si hay algo que enamora del proyecto de Salmona son los ambientes que creó. Espaciados y circulares recibidores, grandes terrazas con jardineras que permiten la presencia de vegetación en pisos altos. Ventanas redondas direccionan la mirada a lugares específicos. Amplios y veloces ascensores para la época. Corredores con techos altos, hermosas vistas hacia los cerros, hacia la ciudad y con paredes circulares, hacen del recorrido dentro de las torres una experiencia maravillosa.

Desde lo alto se aprecia como los caminos y los espejos de agua se conectan con los accesos al Parque de la Independencia y las aceras de la ciudad. Los edificios abrazan a la Plaza de Toros La Santamaría, juegan con el paisaje de los cerros orientales de Bogotá. El proyecto se lo concibió como vivienda social a gran escala y con el interés de ser un punto de referencia para reorganizar el crecimiento urbano de la ciudad a finales de los años 60. Tiene en su interior elegantes detalles que remarcan la geometría y la intensidad de su arquitectura, elementos diseñados específicamente para el proyecto que lo vuelven particular y único.

En la terraza del último piso junto con Valentina (amiga del artista) y Alejandro disfrutamos del sol de Bogotá, mirando de un lado la infinidad de edificios que se pierden en el horizonte y del otro, el bosque que protege la ciudad. Nosotros en el medio, sobre las torres, siendo testigos del juego de luz y sombra sobre las fachadas de ladrillo. Una cotidianidad soñada, concebida y vivida por Salmona. Un regalo para la ciudad, sus habitantes y sus visitantes.
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