En esta exposición hay una afirmación constante; la dualidad nos habita. Cada imagen
también nos pregunta si somos infancia harta de recato o adultez que añora azúcar,
flores y muchos colores.
Se avizora un paisaje donde se desvanece la inocencia y aparece un andamiaje de
simulaciones a las que llamamos madurez mientras “los dibujitos” nos mira desde su
asiento del patio del colegio y exclama: ¡Soy mis dibujos y soy mis dibujitos!
Christian Tapia Enríquez