La armonía del sonido en la obra cinética de Olga Dueñas
Olga Dueñas es una artista que vivió 25 años en Ecuador y volvió de Estados Unidos hace unas semanas para presentar su muestra Variaciones Cinéticas. La galería de Ileana Viteri fue elegida por la artista para exponer su obra al público. La cinética como medio del mensaje se torna en un juego para la mirada, una manera rítmica de transmitir sonido a través de la escala del color, la repetición y la forma.
Hay muchas maneras de que el arte nos conmueva. Recuerdo, en un viaje, sentir cómo una serie de aros metálicos recorrían mis brazos al ritmo de la música. En esos momentos, la nave era comandada por Mango Margarita, desde la ciudad de los ríos, con paciencia armaba hermosas piezas de origami y bailaba con los hermosos ritmos de la noche. Mango, entre otras cosas, me enseñó que la vida es un camino que necesita de: ritmo y armonía. Era la primera vez que me enfrentaba a la cinética.
Conecté con Olga cuando una frase consistente afirmó la infinidad de cuestionamientos que alguna vez tuve:
Lo cinético termina siendo como una religión: hablamos de algo que supera a lo analítico y se funde dentro de ti.
El término cinética, en la física, se usa para relacionarla con el movimiento. Era una tarde lluviosa. Llegué a la galería de Ileana Viteri donde estaba montada la muestra Variaciones Cinéticas. Ileana, amablemente, me invitó una taza de té. Mientras percibía los cítricos, levanté la cabeza y, tras una orquídea morada, las líneas de Olga se fundían con los sonidos de Haydn.
Olga Dueñas -Olga Valsek Dipold-, nacida en Ohio, se relacionó desde muy joven con la música clásica, particularmente con el piano. Su hermano era violinista y su padre, checo, tocaba el arpa. Su madre, húngara, provenía de una familia de diseñadores de indumentaria en Budapest. La música desarrolló en ella un sentido profundo. Estudió en la Ozenfant School of Fine Arts de Nueva York fue alumna de Amedée Ozenfant, uno de los principales impulsores del purismo en el arte moderno: vanguardia que trabaja con el abstraccionismo promulgada por Le Corbusier.
*Foto archivo Olga Dueñas
En Nueva York conoció a Araceli Gilbert. Su amistad la trajo hasta Guayaquil, donde conoció a su esposo Luis Dueñas Estrada, militar. Con quien mantuvo una relación de varios años en Ecuador. Vivieron en Quito y, mientras Olga desarrollaba su arte, ella trabajaba en la Embajada de Estados Unidos, a la vez que daba clases en el Colegio Americano de Quito.
Vivió 25 años en Ecuador, donde desarrolló gran parte de su carrera. En su proceso de producción exploró con composiciones geométricas. La artista encontró en el arte abstracto lo equivalente a la armonía musical. Líneas paralelas sobre una malla que, al percibir con la mirada, generan la sensación de movimiento.
Aunque en su proceso se ha relacionado con las formas más orgánicas, siempre vuelve a la pintura cinética. Representó a Ecuador con 14 obras en la XVI Bienal de São Paulo, Brasil. Residió en Caracas y Puerto Rico, donde continuó produciendo alrededor de 30 obras que fortalecieron su técnica.
En 1970 introdujo la pintura cinética en Ecuador con una muestra en la Casa de la Cultura. En 1984, luego de su separación, viajó a Denver para cuidar a su padre cerca de 10 años hasta su fallecimiento. Por su cercanía con sus familiares, por el clima y el mar, Olga viajó hasta Miami, donde reside desde hace varios años. A sus 91 años de edad expone, en la galería The Art Square de Miami, una serie que reitera su acertada fórmula.
…movimiento, espacio, línea, forma, color y textura como elementos estéticos. Al moverse el espectador, las líneas parecen disolverse, creando la sensación de movimiento, variando formas y colores y haciéndolos aparecer y desaparecer. El movimiento y el color avivan el cuadro, pero queda la composición, proveyendo estructura y claridad.
Caminar por la galería de Ileana Viteri era maravillarse con las líneas en movimiento. Un simple blanco sobre blanco o un amarillo sobre dorado y negro ingresaban por la retina mientras la armoniosa e intensa música clásica conjugaba con lo que veía.
A sus 92 años Olga Dueñas pasó por Quito recordándonos lo importante de la armonía en el movimiento, el sonido y la relación de la vida con la física, esencia pura de la artista.
… espontaneidad, espíritu, alma… un instante de lo infinito, un destello de la realidad, un rayo de inspiración, un toque de belleza —y el momento efímero que puede contenerlo todo— […], esto es lo que deseo expresar en mis obras.